12.9.06

"La sonrisa del esclavo" - F. Gámez - 11/09/2006

Ya no recuerdo su nombre. Sus apellidos catalanes sí: Bosch... Si creyera que su nombre tiene alguna relevancia llamaría a un amigo próximo y él, con mejor memoria que yo, probablemente lo recordaría. Era ingeniero... (intento recordar) ...de Caminos, Canales y Puertos: mi jefe. Franco acababa de morir y la empresa donde trabajábamos en Barcelona iba viento en popa. Aquella mañana entró en el departamento y en vez de llamar al culichichi de turno (con funciones de "pelota"), como era lo habitual, llegó ante mi mesa, dio un golpe con los nudillos en el tablero, como si llamara a una puerta, y dijo: "a mi despacho". Su mujer tenía una rara enfermedad de la sangre que aún creo recordar: pancitopenia y en el departamento todos sabíamos que usaba el trabajo como válvula de escape. Su despacho era una garita acristalada que se podía cerrar con una puerta de vidrio pero que no hurtaría su visión al resto de compañeros. De todas formas cuando entré me rogó cerrar antes de tomar asiento y dijo como si hubiera pasado la noche rumiando aquellas palabras: "No hemos vivido el mejor de los mundos, tan sólo uno de los mundos posibles. Viste ayer a don Carlos Árias Navarro en la televisión... la dictadura termina y ahora puedo decir, ¡con orgullo!, que siempre tuve un corazón socialista". Casi me da esa convulsión explosiva llamada risa floja, y creo que él lo notó, pero compuse el rictus grave de las circunstancias y mantuve el tipo. Ignoro si luego entró en política aunque no lo creo. Sí diré que su impulso de esa mañana fue el mismo que, desgraciadamente, hizo creer a la por entonces savia joven de la burguesía catalana, de que había margen para meter a la vigorosa izquierda del momento entre el puño y la rosa. “¡Todos somos esclavos! -Dijo arrogándose una novedosa pátina intelectual-. Tener que trabajar para vivir implica que sabemos y aceptamos nuestra condición esclavizada. Con la democracia verás que entre tu esclavitud y la mía no hay más que una simple diferencia de sueldo. Tú estás mal pagado, lo se, yo no tanto... pero te diré algo: las democracias están pensadas para nivelar diferencias, acortar distancias, soslayar injusticias... porque en el fondo y en la forma la democracia no busca otra cosa que la sonrisa del esclavo. Es decir: su felicidad”. Pasó un rato pontificando, dándome aquella papilla inmunda de la dictadura edulcorada con una dosis de sacarina democrática. "La muerte del dictador –decía- nos abre hacia una visión del mundo mejorada. Ya no somos jefe y subordinado ni la sociedad se divide en ricos y pobres. Yo lo veo así: estamos juntos para llevar acabo una empresa común, ¡somos colegas!, componentes necesarios de una misma tripulación". No era mala persona, tal vez un poco simple haciéndose pajas mentales, por eso mis palabras le sonaron a viejos y letales empecinamientos. Se le agrió la cara y cortó la entrevista con rapidez nada mas oírme: "No me jodas, ¿vale? -Dije serio-. El discurso de la esclavitud necesaria es otra vez el canto alegre del Frente de Juventudes. Si piensas un poco verás que el esclavo sonreirá y parecerá feliz porque está alienado". Sabemos el tiempo que ha pasado, que las condiciones de la esclavitud se endurecieron hasta extremos inauditos, que las diferencias entre ricos y pobres crece exponencialmente, que la justicia como última esperanza del infeliz es una caricatura grotesca y desvergonzada de sí misma, (si es que alguna vez fue algo digno de tal nombre), que la brutalidad y arrogancia del poderoso aparecen sin cortapisas y en toda su crudeza. Y sabemos también que la democracia, como fórmula para hacer sonreír al esclavo es insostenible. Las ciencias, las artes, la comunicación, ¡todo está estrangulado! Y es tal el grado de alienación que hasta me hago pajas mentales. Me ha dado por pensar que si mi jefe de noviembre del 75 hubiera sido menos simple... es decir: si la burguesía catalana hubiera enviado a sus vástagos ineptos a Saint Tropez, ¡como habían hecho siempre!, si la política "como Arte de lo posible" hubiera caído en manos de verdaderos artistas... tal vez ahora nosotros, los esclavos, seríamos dueños de nuestra propia sonrisa.