25.7.05

"A juego con la tapicería" - Felipe - 27-7-05

¿Te acuerdas de mi casa? –Preguntó templando la voz tal y como hacemos todos cuando alguien nos interesa o vamos a pedirle algo–. Yo dije: me acuerdo e ti, y de aquella reunión... pelín extravagante, en tu casa de Arroyo de la Miel. ¡Oh, bueno, vaya, sí! Dijo ella y me la imaginé tendida en el sofá con el teléfono en una mano y con la otra cardándose el pelo de un color malva tímido. ¿No te irías enfadado, verdad? Mi intención fue sana. Quise reunir a gente dispar con la esperanza de poneros a prueba y aprender de los conflictos. La intención pudo ser sana aunque estúpida y esa tarde, aunque la cosa empezó bien, terminó a hostias y en la melé hubo contusiones diversas, ojos a la virulé, más de una nariz tumefacta y algún que otro morrito como un bebedero de patos. Además de sana la intención debe hacer causa común con la inteligencia, que es quien toma las decisiones correctas, en función de los resultados pretendidos. Cuando la intención es buena pero disfuncional lo más probable es que salten chispas por algún sitio y la barbacoa termine en incendio. No hace falta estar muy puesto en lo intelectual para saber que la violencia es la razón de los que no tienen razón y que los ánimos se encrespan cuando se tocan posiciones políticas o religiosas. Esa noche ella aprendió o tuvo la ocasión de hacerlo, que el agua y el aceite no se mezclan si no es bajo presión, con lo que resulta un combustible malo pero capaz de devolvernos a los tiempos de Viacheslav Mijáilovich Skriabin, (Molotov). El problema es que me aburro y me da por pensar. –Dijo por el teléfono–. Tengo una edad difícil: por un lado no soy una jovencita que tenga la Universidad fresca y por el otro no soy tan mayor como para disfrutar de un aparcamiento tranquilo y silencioso. Me apetece regresar al mundanal ruido, recobrar la melodía de mi vida, tocar las teclas dormidas durante los últimos veinte años. Necesito saber que, si me lo propongo, aún puedo llamar a la acción. ¿Entiendes lo que quiero decir? Pensé que era un modo, entre sutil y femenino, de contarme al oído: nada me sale bien y estoy sola. Me reblandecí y dije: Échale menos morro y un poco más de seso criatura. Tienes mucho a tu favor: una inmejorable posición social y económica, el tiempo necesario y buenos contactos. Sé ingeniosa y sácales partido. La gente se reúne por intereses o afinidades, a veces por una mezcla de ambas cosas... nadie mezcla churras con merinas. Su casa frente al mar es un punto privilegiado de una costa privilegiada. Un lugar donde la belleza conquista por aplastamiento. Ella, consciente, trató de sacar provecho: Quise emular a todos los mecenas que adoro –dijo confusa–. ¿El objetivo? Formular un punto vital de encuentro capaz de servir de referencia entre saberes y culturas. Hasta ahí la intención. Los resultados, como ya sabes, se parecieron a un choque de civilizaciones. ¿No lo crees tú igual? Oí que preguntaba. La cuestión era: ¿Le cuento la versión larga o la corta? Era un sábado por la tarde, llovía a rachas y mi amigo, el ciego de calle Cuarteles, me había dicho: no vengas, salgo para Madrid. Ella dijo: ¿vienes a verme? Cuando llegué anochecía, el cielo se había caído al mar y por el aire pasaban peces voladores. ¿Los has visto? Preguntó ella y yo dije, sí. En la casa el silencio era como de porcelana, cualquier ruido podía romper adornos que habrían costado fortunas y que la perfecta temperatura mantenía en un estado de aparente ingravidez. Apareció deslumbrante, lo reconozco. Maquillada, y con un traje argénteo donde un grupo de gaviotas sobrevolaban sus senos hacia un lugar de seda íntima. No recuerdo el tiempo que había pasado entre aquella reunión inicial y esa tarde pero en las comisura de los labios, en las mejillas quedaban arreboles de un corazón insostenible. Se tendió en el sofá y dijo: he logrado la perfección. ¡Bah fíjate! ¡Observa! Es el color de mi pelo haciendo juego con la tapicería.

Un saludo y hasta el corazón de la semana que viene.

12.7.05

"Hoy ya pensé demasiado" - Felipe - 11/7/2005

El verano lo reblandece todo. Si además agregamos que vivimos en un país blando (costumbres blandas, moral blanda, valores blandos...) llega un momento en que sobre primeros de julio, más o menos, casi todo en Málaga está entre líquido y gaseoso, hay quien diría que además altamente inflamable. Así es como me lo cuenta un amigo, no malagueño, al que tengo por un hombre fabricado con sólidos exactos e inalterables a la meteorología y a otros cambios, ya sea del clima, de las costumbres o de las ideas. Casi parece de Jaén, aunque tampoco lo sea. Desde que lo conozco, hará algo más de cinco años, mantiene y defiende sus posiciones iniciales con poco éxito, dicho sea de paso. En Málaga, un tipo como él resulta exótico. Pero no lo es o al menos a mi no me lo parece. "¡Ah, ese! –dicen algunos– no parece de fiar, habla poco y eso moquea". En Andalucía se lleva la locuacidad de los bares (aunque sea intrascendente) cuando uno habla acaba mostrando sus contenidos, los límites, esperanzas y temores que conforman el ser, sus pertenencias y sus carencias y esa información, si es reconocible tranquiliza al personal. Con mi amigo, al que llamaré Plinio (por darle un nombre que le va al pelo) sucede justo lo opuesto a la costumbre: no es que hable poco es que no habla en los bares y cuando lo hace, en petit comité, su conversación es tan rica, profunda y trascendente que si no le conoces suficiente puede asustar mucho. Nos vemos menos de lo que ambos quisiéramos, la vorágine cotidiana se lo lleva todo por delante a una velocidad endiablada y si no sucede algo que demande una reunión urgente pueden pasar meses sin que nos echemos de menos. Por suerte, un amigo es ese que está ahí (lejano o próximo) y deja cuanto tenga entre manos tan pronto escucha decir, "Rupert, te necesito". Hace unas noches me llamó: "Estoy cerca de tu casa –dijo– ¿puedo ir a verte?" Miré el reloj, me caía de sueño y llevaba cerca de diez minutos leyendo en la cama sin enterarme de nada; faltaba poco para que dieran las dos de la madrugada. Colgó y sonó el timbre de la puerta. Entró pidiendo un café y yo dije haremos una tila, y él dijo, perfecto. Hacía una noche típicamente juliana, los patios estaban abiertos y conversaban despacito con los hilos de una brisa madrugadora que era el susurro delicioso entre los montes de Málaga. Dejamos que las bolsas de infusión se deslieran contándonos levedades hasta que de repente le vi ponerse serio, abrir y cerrar la boca como si fuera un pez y le costara trabajo respirar. Me dio la impresión de verlo en alta mar sin tener a dónde a garrarse y como lo más a su alcance era la taza se lanzó a ella y se tomó la tila de un sorbo. ¡hey! dije, ¿qué prisa tienes? Entonces reparé en que dos gruesos lagrimones, como cerezas de temporada, rodaban sin entusiasmo por sus mejillas. ¡Tranquilo –dijo él sin interferir el camino de las lagrimas– no es nada grave, por suerte no afecta a mi salud o a la de mi familia, no debería estar aquí, molestándote con chorradas. ¿Chorradas? Pregunté yo y el dijo: "seguro... aún no lo sé". Entonces estás bien donde estás, dije afectuoso. Aquello hizo el efecto de una compuerta que se abre. "Vivo según un estricto orden de valores –dijo–, ser honesto, no hacer mal a nadie y no volcarme en empresas estériles. Pese a lo que digan por ahí mi vida es simple y tradicional: ya sabes, una familia estable, tres hijas que son una bendición y un hijo en el que había puesto muchas querencias. Vengo de tener una conversación de padre a hijo y él me ha preguntado, ¿me quieres papá? Más que a mi mismo. He dicho yo. ¿En cualquier circunstancia? Ha insistido él. ¡Claro que si!, he repetido. ¿Aunque fuera un asesino? Ha preguntado él para mi sorpresa. ¡Por supuesto, hijo! Seas lo que seas. He vuelto a decir. Entonces ha preguntado: ¿me querrías siendo maricón?" Fue como verle soltar algo duro. Se levantó y dijo: gracias amigo, estoy bien. Hoy ya pensé demasiado... mañana será otro día.

Un saludo y hasta el corazón de la semana que viene.

4.7.05

"La carta, la piedra y el estanque" - Felipe - 4-7-2005

Málaga, julio de 2005
Querida mía :
las semanas pasan y tú ahondas en mi corazón como una piedra que alguien tira a un estanque. Ahora que reparo en ella me parece una imagen a la vez bonita y vertiginosa, ¿no te lo parece a ti? Intentaré explicártelo aunque sea a vuelapluma: Alguien pasea por un jardín secreto (lo imagino como un sitio privado o público pero donde entra poca gente) y llega a las inmediaciones del estanque con sus aguas serenas y apacibles; entonces lanza una piedra que lleva en la mano o quizá guarda. De este modo la piedra describe una suave elíptica, vuela unos segundos por el aire y traspasa la superficie con un sonido blando, ¡chof! En el punto de intersección se produce un movimiento circular ondulatorio y la calma lisa del agua rompe su quietud y reproduce unos círculos concéntricos que se amortiguan y tienden a desaparecer conforme se alejan del lugar donde se produjo el choque. Mientras la superficie ondula la piedra inicia una marcha, no menos secreta, hacia un lugar profundo, puede que ni siquiera imaginado. Penetra, primero con suavidad y luego acelera un poco, ahonda con decisión sorprendente hasta encontrar el fondo del estanque (en el caso de que tal fondo exista). Bueno, ¿qué piensas? Te parecerá raro pero son las seis de la mañana y me desperté para escribirte. La idea de la piedra y el estanque con sus imágenes madrugadoras me ha llegado a la cabeza nada más empezar y ahora trato de comprender por qué se me ocurrió tal cosa, cuál puede ser la relación con nosotros, y, puesto a sacar punta al asunto, cuál sería su significado profundo, si es que lo tiene o yo lo encuentro. Te decía que ahondas en mi corazón como una piedra que alguien tira a un estanque y en esa imagen yo soy el estanque y tu la piedra que profundiza. Por el momento no me ocuparé en saber quien o qué te lanzó hacia mi, sólo que hiciste ¡chof!, aquel día camino de Granada y que desde entonces profundizas cada vez un pelín más. Lo mejor es que el estanque (que soy yo) busca de igual modo penetrar en la piedra (que eres tú). Te lo cuento porque es muy divertido: al principio creí que eras como un canto rodado, ya sabes, uno de esos guijarros pulidos, relucientes y muy duros que el mar remueve y redondea sin parar; sin embargo pensé: da una impresión seria y un poco inalcanzable pero algo me dice que tanta dureza es sólo una pose. Nos encontramos y creo que de mantener la idea de que seas una piedra caída en el centro de mi vida, eres sin género de dudas una piedra preciosa. ¿He llegado al fondo de tu corazón? ¡Claro que no! Dicen que el corazón de la mujer es un misterio; quien ahondó en él volvió con la idea de que no tiene fondo o peor, que la mujer no tiene corazón. ¿Te imaginas? ¡Vaya pareja! Yo sin alma y tu sin corazón. Me he levantado filosófico, lo sé. Te confieso que mi estado natural es ese. Hay fines de semana que alterno, por la mañana soy un filósofo madrugador y por la tarde un poeta tímido y enamoradizo que se pregunta: ¿quién es esta mujer que profundiza en mi interior en busca de abarcar lo inabarcable... de comprender lo incomprensible? En el crepúsculo ya no hay preguntas, no las necesito, pienso en ti y en la oscuridad de la noche sale una luna grande y bella. Como todo el mundo, anhelo la felicidad. Voltaire decía: buscamos la felicidad sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. Yo busco a mi compañera: la que llenará de ternura el amanecer filosófico, la que vendrá en la oscuridad de la noche y su desnudo será todo el amor que nos hace falta. Amanece y Málaga abraza el verano como si hubiera soñado con él... tanto como yo contigo.

Un saludo y hasta el corazón de la semana que viene.

"Años luz" - Felipe Gámez - 13 de junio de 2005

Nos amamos y luego llegó el olvido. (El suyo, naturalmente! Ella es una de esas mujeres a las que si te acercas suficiente, y yo lo hice, escuchas como un silbido de fondo que se parece al de una espoleta adquiriendo velocidad. Una vez se lo hice saber en forma de pregunta (que es menos agresivo). Le dije: ¿Sabes que eres una bomba emocional? Y ella dijo: "Lo sé. Un día de estos haré, ¡batabúm! Así que procura no estar cerca". El día en que se fue dijo: "me voy porque te quiero". Las últimas noches la espoleta silbaba del carajo y yo, consciente de que me hacía un favor dije: gracias hermosa. De todas formas amenazó con volver. Dijo: "Chico, no estamos casados, sólo es un hasta luego... debo pegar por ahí algunos petardazos para quedarme tranquila". La conozco y se lo agradecí sinceramente, de algún modo me protegía y sé que entre nosotros hay más cariño del que parece. De todas formas las separaciones siempre son odiosas para los hombres y como ella lo sabía su beso final fue más profundo. Dijo: "tranquilo, no me eches de menos y ten siempre una botella de vino lista para descorchar". Estuvimos como dos años desconectados, sin vernos, sin llamarnos, sin saber nada el uno del otro. Cuando abrí la puerta y la encontré sonriente con un traje ceñido y sus pinturas de guerra, supe que venía dispuesta a un zafarrancho de combate en toda regla. Me recordó lo del vino y yo dije: en esta casa la posibilidad de recibir la visita ¡inesperada! de una mujer hermosa, es un cartucho que siempre guardo en la recámara. Nunca me falta un buen vino y una botella de Champaña, que no de cava. Ahora con las patochadas del Carod Rovira y Maragall uno echa de menos el buen estilo europeo. Se rió en un esfuerzo extraño por parecer feliz y dijo: "Te felicito amigo. Eso se llama, estar preparado para la vida moderna". Y yo dije: para que nos vamos a engañar: se llama estar solo. Sus ojos, mas tristes y angostos de lo que yo recordaba, se me enroscaron por dentro buscando melindres y aunque supo que no era para tirar cohetes (mi situación personal) tampoco vio rastros de preocupaciones que no fueran las conocidas de siempre. "¡Estás muy bien! dijo. ¿De qué rayos te quejas?" Y yo dije como Pepa, otra amiga: ¡de nada, por supuesto! Sería un domingo sacrificado a la literatura pero la invité a comer. Los Ribera del Duero son vinos maravillosos para desamartillar cerrojos y a los postres surgieron las confidencias. ¿Cómo te va? Pregunté y ella dijo: "a veces tirando y a veces recogiendo... es decir, regularcillo. Voy para los cincuenta Felipe y si se enamoran de mí no los disfruto porque me falta lo esencial. En cambio si soy yo quien se enamora soy desdichada por no ser correspondida. Algo anda mal en mi vida y si mis sospecha son ciertas soy yo". De repente se humanizó, dejó de pensar en ella y en sus avatares personales. Dijo: "Te quiero. ¿Lo sabes verdad?" Y yo dije: ¡Claro! ¿Qué duda cabe?. "Entonces háblame, dijo. Dime qué piensas, qué escribes, qué sientes, dónde estás en éste momento...". Lo dijo como si pidiera un extracto, un currículum vitae apresurado, así que resumí: Si tomamos como punto de referencia el día en que nos separamos -dije- ahora estoy a dos años luz. Captó el mensaje, la distancia emocional. Dos años luz me situaban fuera de su alcance y un "encuentro en la tercera fase" carecía de sentido. Tranquila, dije afectuoso, no te sientas culpable: sólo hiciste el daño que yo te permití. Después de eso alegó una excusa y se fue. Lo sentí porque en su mirada vi una ternura especial. Pasé el resto de la tarde escribiendo este artículo, pensando en que la belleza tiene una doble faz, si una es un veneno deseable la otra es su antídoto. Nada significa nada para mi si los sentimientos son fingidos o hay de por medio una espoleta cargada.
Un saludo y hasta el corazón de la semana que viene.