20.2.07

"Mala gente", Felipe Gámez, 28/01/2007

Si hay algo que no pueden soportar las malas personas es ser descubiertas. Algunos pensarán, ¡claro, una vez destapados se les acaba el chollo! Otros dirán: ¡se quedan desnudos y a merced de los cuervos! Si sufren será por causa de las pérdidas acarreadas ( financieras, de poder, incluso de prestigio...). En mi parecer, lo más duro, lo que más les dañaría (por sorprendente), sería que terminaran descubriendo quien o qué demonios son. Aunque eso no ocurre nunca.
“Una mala persona no puede ser un buen periodista”, decía el periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski, fallecido hace unos días. Por definición, yo creo que una mala persona casi no puede ser ni hacer nada bueno. Y digo “casi” porque hay claras excepciones a la regla, como todo el mundo sabe. De cualquier modo, allí donde la regla se cumple a rajatabla (pienso que sin excepción) es en el campo del liderazgo (les recuerdo una buena precisión sobre el tema: “líder es quien va delante y arrastra, al contrario del jefe que va detrás y empuja”). Bajo ningún concepto, en ningún caso o circunstancia, una mala persona puede ser un buen líder. Recuerdo algunos personajes nacionales y otros internacionales, el último ese tipejo siniestro, Moshe Katzav, presidente de un país tan siniestro como él mismo, Israel. Por lo visto hay profesiones mas sensibles que otras al maligno. Por ejemplo: una mala persona jamás será buen político, buen médico, buen arquitecto, ni tan siquiera buen abogado, a los que, por cierto, la mala fama les precede. Es probable que todos esos bribones que trincan a manos llenas amparados en sus togas, títulos o cargos, tapen a personajillos mediocres que roban porque son incapaces de hacer nada que merezca la pena. Un buen profesional sabe que la honradez ha de estar a la altura del trabajo bien hecho y conoce de sobra que nada, nada hay superior a ser una buena persona.
Por sus obras los conoceréis, dice la Biblia y es que alguna mala gente lleva desafiante la mirada aviesa del asesino autorizado, como es el caso, De Juana Chaos. Una pinta fatal sin relación con esas otras señales procedentes de la miseria, la incultura, el desafecto... (carencias consideradas esenciales y sin las cuales la persona deja su humanidad al servicio de la barbarie). No confundamos al vicioso del crimen con el infeliz que delinque. Muchos no son dañinos vocacionales sino circunstanciales. Las cárceles están llenas de gente así. El caso es que la experiencia nos dice que hay más mala gente fuera del “talego” que dentro.
¿La mala gente nace o se hace? Como los teóricos no se ponen de acuerdo nos queda aquello del demonio, que siempre anda suelto. En mi opinión hay que procurar detectarlos pronto y evitar en lo posible que nos alcancen. Por lo común la mala gente no se inquieta por saber que lo es y reviste sus maldades con la moda que les convenga en cada caso: “mal necesario, mal menor, daños colaterales” ...en fin, esas mierdas. ¿Son peligrosos? ¡Sin duda. Mucho. Demasiado! Quien no les vea venir lo tiene crudo y no es fácil porque saben ser encantadores si les conviene, y en el caso de la mujer, sacar provecho descarado del poder enorme de la belleza. Bueno pues ojo. ¡Cuidadín, cuidadín! Y recordar que en torno a la mala gente no cabe esperar sino catástrofes.