22.12.06

"Table for one" - El Felipe - 21-12-2006

Las fechas obligan. Uno trata de evadirse, de no echar cuentas (una frase muy malagueña), en suma, defenderse; pero la presión está ahí, insistente, cansina ...hacia Belén va una burra, rin-rin. Una melodía de publicidad machacona llega desde todos los ángulos: ¡Vamos sé feliz cazurro! Compra; compra para que sobre, para que sean felices tus seres queridos; compra para que no falte ni gloria; compra para que te tengan en cuenta, para que piensen en ti; compra sobre todo para que te envidien. ¡Eso de que te envidien queda de bien..! En fin, son fiestas en las que me auto medico una dosis extra de apatía y donde la cena tranquila y solitaria de todas las noches se convierte en una terapia. Incubo unas ganas tan locas de estar solo que hasta yo mismo me extraño, pues no soy de natural solitario. Eso sí, tiendo al encantamiento, al silencio monacal, a relacionarme poco y a llamar a los indispensables. ¿Qué harás en la noche fatídica? Preguntan y yo digo: nada, comer solo. ¿Pero estás bien? Insisten en un exceso de celo, y yo digo: ¡Por supuesto que estaré bien! Siempre lo estoy, ¿por qué no he de estarlo esa noche? Pues... por que es una noche especial... ya sabes, nace el Niño.

De jovencillo aprendí un villancico que me llamó la atención. Decía: Esta nochee nace el niñoo y yo digoo que no nacee, que eso es una ceremoniaa que en todo el muundo se hacee. Luego venía lo de la burra rin-rin o cualquier otro soniquete, ya no recuerdo. De lo que sí estoy seguro es de que mi corazón, por lo común sensible, esa noche se ponía duro como un canto y yo sabía que lo de fuera y lo de dentro no coincidían en nada. Y es que podría ser que cada cual tenga su noche especial... porque nace un niño. La mía fue la noche en que vi nacer a mi hijo... hace la tira... ¡resuenen con alegría los cánticos de mi tierra y viva el niño Javier que ha nacido en noche buena! El ginecólogo sacó la cabeza de entre las piernas de ella, me miró un poco raro y dijo: si se va a desmayar avise, ¡hombre de Dios, que para lo de ese Niño faltan seis meses! Fue una noche buena verdadera, especial, irrepetible, y celebrarla cada año es como pasar del chocolate al sucedáneo. Y no es que no me alegren sus cumpleaños, me alegro cada vez que le veo; es que la felicidad sólo es un destello fugaz que se apaga y nos devuelve a lo de la burra rin-rin.

Tengo la sensación de que cada cual responde a la soledad de modo distinto. Lo aprendí en un par de amigos que viven a su albur. Ella acabó su Licenciatura en Bellas Artes y se fue a París... de cuando París era el Centro del mundo y los artistas buscaba allí la inspiración y el éxito. Él está en Nueva York buscando algo en las tripas del monstruo. Ambos viven solos y parecen bien adaptados. Ella me escribe: “...en fechas normales no soporto cenar sola y salgo por ahí. La presencia de la gente me conforta y aunque cene sola me siento parte del mudo. Aprovecho y como no tengo que llevar el hilo de ninguna conversación me convierto en una voyeur amateur. Es divertido: observo a todo el mundo, no pierdo un detalle y aprendo. En Noche Buena eso no es posible. No soporto a la gente, no acepto su impostura ni tanta felicidad fingida. Me recluyo en casa, leo un poco, y cuando me pica la morra... cierro los ojos”.

Él, menos literario me llama por teléfono. Dice: “la vida aquí es dura amigo. Paso todo el día fuera, sufro la comida basura de rigor y amo cenar en el apartamento viendo la televisión. Nos hemos convertido en una plaga -dice convencido- y se soporta porque no hay más remedio; pero uno sólo es feliz cuando no estorbas a nadie y nadie te estorba. ¿Comprendes?” Es un modo simple y elegante de decir: “más vale solo que mal acompañado”. Una vez me contó que sus costumbres en Nueva York son fijas, con pocas excepciones. Una de ellas es la cena de Navidad. “Esa noche salgo -dijo-. Nueva York es despiadada y la gente insensible, excepto esa noche. Llamo al restaurante del barrio y pido: table for one, please y me voy hacia el local. Lo paso de fábula porque las camareras me ven cenar solo y se vuelcan. Veo su lástima en los ojos, su gran humanidad; el corazón dulce, compasivo y sobre todo amable. Me aprovecho con descaro porque incluso me dejan poner en un CD aquel villancico que dice: hacia Belén va una burra rin-rin..”