31.10.06

"Sindicalismo vertical", Flipe - 29-10-2006

"Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá". Cuando el político, economista y editor británico Harold MacMillan dijo esta frase pensaba en cómo un pasado esplendoroso puede convertirse en un lastre. La idea me viene al pelo para hablar del sindicalismo en España y de cómo un pasado heroico, de lucha, sacrificio e inteligencia devino en aquel sofá de vergüenza que algunos conocimos como Sindicato vertical o amarillo. Alegres pancistas de ayer, de hoy y de siempre abrevan en él sus morritos de niños buenos, comprensivos con la patronal y ajenos al continuo deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores en España, reconvertida en el paraíso del peor capitalismo posible. Quizá Mircea Elíade lo explicaría como "El mito del eterno retorno". Hemos descrito un pequeño círculo de 70 años (más o menos) y nos encontramos al principio, cuando la dictadura fundaba los tres pilares de su Democracia Orgánica: familia, municipio y sindicato. Hasta Franco sabía que el sindicato es una pieza esencial de una convivencia productiva. Claro que el dictador se refería a una cosa llamada "Sindicalismo vertical". ¿Recuerdan? Entrabas a preguntar algo y si no hacías el pino te zurraban la badana. Si te ponías un poco pesado los aburridos empleados del sindicato sacaban el mamotreto de las Leyes Orgánicas del Movimiento y recitaban aquello de los militronchos: artículo 11: el jefe siempre tiene razón. Art. 21: cuando el jefe no tiene razón se aplica el artículo primero... Hoy es mucho más sencillo, el mamotreto se ha reducido a un estribillo soso: la persona empleada te mira con ojos tristes, donde si estás atento verás hermandad y comprensión, y te dice lacónica: ¡Democracia!, ¿usted vota, no? Tenemos lo que el pueblo quiere. Y en vez de obligarte a hacer el pino te reprende dulcemente: ¡ande, ande! y no sea tan quejicoso, ¡que lo va a castigar Dios! Así uno vuelve cabizbajo, a la empresa donde el jefe, que tiene amigos hasta en el infierno, te muestra un carnet más a la izquierda que el tuyo y mucho más antiguo. Lo único que le delata es que lo tiene al final de un chorro de tarjetas oro de Visa, MasterCar, American Espress... y uno piensa: ¡hay que joderse, como se modernizó la izquierda! No, no. Ya está bien de comulgar con ruedas de molino. Aunque sea sotovoce, sin hacer ruido, escuche: la izquierda está missing, desaparecida, comprada con un saco de arroz, un plato de lentejas, un empleo público, un cargo político, liberado, jerarquizado... ¡Sí hombre! Haga memoria: fue después de unas Elecciones Generales (no sé cual), la izquierda se fue a las islas Caimán y los del sindicato al sofá de la vergüenza. ¡Un desastre, sí, mire usted qué pena! A ver, tormenta de ideas: ¿como nos sacamos a todos esos pancistas de encima? Mientras no hagamos algo al respecto no se extrañe de que la derecha nos adelante por la izquierda. O que la izquierda -que no está- nos adelante por la derecha que si está. O que unos y otros sean los mismos, los de siempre... ahora un poco peores, más fríos y despiadados que nunca. Una derecha que está en todo, lo saben todo y si me apura le diré, lo son todo: Ya sabe, ¡los bancos! ¿Quien no es siervo de un banco? El sindicato vertical con todas sus mamonadas de los "cocos" sólo es una pantalla, una tapadera de los bancos y lo sé porque ahora entras en un banco, en cualquiera, y antes de que preguntes nada te dicen: ¡haga el pino! Vamos de mal en peor así que hay que hacer algo y pronto. Una propuesta, fina, irónica, sarcástica, nos la ofrece José Saramago en su "Ensayo sobre la lucidez". Nos propone lo que más duele a los políticos (las derechas, recuerde que sólo están ellos, los pancistas y los bancos): el derecho a abstenerse, yo afinaría a la española y diría: a partir de ahora voten en blanco (sobre vacío). Voten pacífica y tranquilamente, con solemnidad, en blanco. Aullemos en silencio, sin violencia, un sobre vacío y ¡todos a la calle! Los del sindicato no que ya son funcionarios, partes básicas del Órgano. Reconozco que a esos aún les queda una salida acorde con sus cualidades actuales: el Sindicato del crimen.

8.10.06

"Nada", por Flipe, 07/10/2006

La nada siempre se disfraza de algo para acercarse a nosotros pero tome el disfraz que tome, diga lo que diga, haga lo que haga, la nada no puede ser sino nada. De joven me enamoré y ella tenía quince años plenos, abundantes de aquella nada tan densa y cristalina. Desde entonces pienso que la nada, en su fórmula más dura y eficaz, compone un triángulo fatal con la juventud y la belleza como base. José Hierro nos lo recuerda en "Vida", un soneto deslumbrante: después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada. Les parecerá de Perogrullo pero no lo es: descubrir que la nada es nada puede llevar toda la vida y un esfuerzo infinito, titánico, pues una cualidad básica de la nada es parecer todo y desentrañar eso implica saber plantear la ecuación en la que se cumple `que todo es igual a nada´. Y ya sabemos que la ecuación es verdadera (exacta) cuando nada es sólo apariencia de todo. Simplificar en esto, ¡tengan cuidado!, nos expone a errores de bulto. No es lo mismo llenar la nada con todo, (un trabajo ímprobo e inútil pues la nada ya está llena de nada!, que vaciar todo para demostrar que dentro había nada. Los fascismos no son más que eso: teorías para llevarnos del todo a la nada... sin complejos. Parten de una obviedad intelectual: todo es en realidad nada si vaciamos a la persona de su humanidad; ir del todo a la nada es un paso, sólo con que alguien venga y te descerraje un tiro en la sesera. Por eso dicen que la forma más barata de enviarte a la nada es pagar unos céntimos por una simple bala. Por supuesto ahí no se incluye el precio del sicario, al que mataremos también con el fin de abaratar costos. Vivimos en un mundo de sombras y hay que ser precavidos: a veces enamorarse es ir derecho a nada creyendo ir en dirección a todo. También sucede al ejercer el derecho político del sufragio: a veces votar es elegir nada entre grupos de nadas diferentes, porque la democracia (una ilusión de todo) fue previamente vaciada y ahora es "una grande y libre" sostenida por la falsa apariencia de parecer todo. Uno descubre tarde (si es que lo descubre) que compramos y vendemos nada todos los días y no sentimos vergüenza ni culpabilidad porque es un mal endémico, generalizado, y el que más vende o el que más compra, para el caso es lo mismo, es el que más parece que lo tiene todo. Descubrir que el resultado de un proyecto vital será nada cuando pusimos algo más que ilusión, es decir: los mejores sentimientos, la fe en el otro/a, la confianza, la lealtad... el esfuerzo de toda una vida, puede llevarnos a pensar, que nada y todo son lo mismo, tal vez las caras de una misma moneda. Como el poeta propongo distinguir la nada invadida por el todo, de tal manera que a él le da igual llamarle todo o nada: Ahora sé que la nada lo era todo, de esa nada cuya oquedad es la ausencia, los restos del fuego consumido, un espacio donde el verso remueve el vacío ...y todo era cenizas de la nada. La nada sin nada se desploma, desconoce las palabras y petardea silenciosa; confunde el ayer con el mañana y empata fuerzas consigo misma, es decir se auto elimina. No queda nada de lo que fue nada. / (Era ilusión lo que creía todo / y que, en definitiva, era la nada.) ¿Lucidez extrema?, ¿depresión? ¿humanidad del poeta perdido en la vastedad del todo cuya profundidad llega hasta los brazos de la nada? No lo sé. Los disfraces de la nada (su multi apariencia) son reincidentes en todos los sentidos, están por todas partes asomados incluso a profesiones prestigiosas como empresarios, médicos, abogados, arquitectos... anodinos. No hay cosa mejor vista que la nada con título universitario. Se les distingue porque saben casi todo de casi nada y porque hacer, lo que se dice hacer, sólo hacen para destruir a continuación. El caso es que la nada adquiere carta de naturaleza cuando entra en política o cuando se pone a dirigir un programa de radio o televisión. La nada se adapta a todo aunque parece más televisiva que radiofónica de ahí que esté poniendo el listón altísimo en todos los medios. Él o ella se pone a profundizar ante un micrófono y algunos alucinamos en colores. El poeta no, el poeta se asusta o como mucho se resigna: Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada.