8.10.06

"Nada", por Flipe, 07/10/2006

La nada siempre se disfraza de algo para acercarse a nosotros pero tome el disfraz que tome, diga lo que diga, haga lo que haga, la nada no puede ser sino nada. De joven me enamoré y ella tenía quince años plenos, abundantes de aquella nada tan densa y cristalina. Desde entonces pienso que la nada, en su fórmula más dura y eficaz, compone un triángulo fatal con la juventud y la belleza como base. José Hierro nos lo recuerda en "Vida", un soneto deslumbrante: después de nada, o después de todo / supe que todo no era más que nada. Les parecerá de Perogrullo pero no lo es: descubrir que la nada es nada puede llevar toda la vida y un esfuerzo infinito, titánico, pues una cualidad básica de la nada es parecer todo y desentrañar eso implica saber plantear la ecuación en la que se cumple `que todo es igual a nada´. Y ya sabemos que la ecuación es verdadera (exacta) cuando nada es sólo apariencia de todo. Simplificar en esto, ¡tengan cuidado!, nos expone a errores de bulto. No es lo mismo llenar la nada con todo, (un trabajo ímprobo e inútil pues la nada ya está llena de nada!, que vaciar todo para demostrar que dentro había nada. Los fascismos no son más que eso: teorías para llevarnos del todo a la nada... sin complejos. Parten de una obviedad intelectual: todo es en realidad nada si vaciamos a la persona de su humanidad; ir del todo a la nada es un paso, sólo con que alguien venga y te descerraje un tiro en la sesera. Por eso dicen que la forma más barata de enviarte a la nada es pagar unos céntimos por una simple bala. Por supuesto ahí no se incluye el precio del sicario, al que mataremos también con el fin de abaratar costos. Vivimos en un mundo de sombras y hay que ser precavidos: a veces enamorarse es ir derecho a nada creyendo ir en dirección a todo. También sucede al ejercer el derecho político del sufragio: a veces votar es elegir nada entre grupos de nadas diferentes, porque la democracia (una ilusión de todo) fue previamente vaciada y ahora es "una grande y libre" sostenida por la falsa apariencia de parecer todo. Uno descubre tarde (si es que lo descubre) que compramos y vendemos nada todos los días y no sentimos vergüenza ni culpabilidad porque es un mal endémico, generalizado, y el que más vende o el que más compra, para el caso es lo mismo, es el que más parece que lo tiene todo. Descubrir que el resultado de un proyecto vital será nada cuando pusimos algo más que ilusión, es decir: los mejores sentimientos, la fe en el otro/a, la confianza, la lealtad... el esfuerzo de toda una vida, puede llevarnos a pensar, que nada y todo son lo mismo, tal vez las caras de una misma moneda. Como el poeta propongo distinguir la nada invadida por el todo, de tal manera que a él le da igual llamarle todo o nada: Ahora sé que la nada lo era todo, de esa nada cuya oquedad es la ausencia, los restos del fuego consumido, un espacio donde el verso remueve el vacío ...y todo era cenizas de la nada. La nada sin nada se desploma, desconoce las palabras y petardea silenciosa; confunde el ayer con el mañana y empata fuerzas consigo misma, es decir se auto elimina. No queda nada de lo que fue nada. / (Era ilusión lo que creía todo / y que, en definitiva, era la nada.) ¿Lucidez extrema?, ¿depresión? ¿humanidad del poeta perdido en la vastedad del todo cuya profundidad llega hasta los brazos de la nada? No lo sé. Los disfraces de la nada (su multi apariencia) son reincidentes en todos los sentidos, están por todas partes asomados incluso a profesiones prestigiosas como empresarios, médicos, abogados, arquitectos... anodinos. No hay cosa mejor vista que la nada con título universitario. Se les distingue porque saben casi todo de casi nada y porque hacer, lo que se dice hacer, sólo hacen para destruir a continuación. El caso es que la nada adquiere carta de naturaleza cuando entra en política o cuando se pone a dirigir un programa de radio o televisión. La nada se adapta a todo aunque parece más televisiva que radiofónica de ahí que esté poniendo el listón altísimo en todos los medios. Él o ella se pone a profundizar ante un micrófono y algunos alucinamos en colores. El poeta no, el poeta se asusta o como mucho se resigna: Qué más da que la nada fuera nada / si más nada será, después de todo, / después de tanto todo para nada.

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