26.10.04

Felipe again

El pozo
FELIPE GÁMEZ M.
Málaga., Onda 8
(88.8 de FM)
18/10/04
De niño tuve un amigo de mi edad, era rubio latón, zurdo y llevaba el nombre de un rey visigodo: Chindasvinto. Nos conocimos en la escuela del maestro Matamoros un excombatiente de nuestra Guerra Civil. Despectivamente Matamoros le llamaba Ael zocato@ por escribir con la siniestra y a ese fastidio se añadió la jodienda de negarse a escribir la letra Ao@. Cuando encontraba una palabra en la que intervenía la o pasaba de largo y escribía el resto con mayor o menor corrección. Al repasar sus libretas y encontrar desaparecidas todas las os Matamoros creyó ver una fragrante rebeldía y llevado por la sana convicción de que la letra con sangre entra mejor, salió al encerado y con su mano diestra escribió una gran AO@ en el extremo inferior izquierdo. Luego sacó a mi amigo y le impuso la obligación de escribir cien os como aquella a continuación de la suya y como Chindasvinto, morrudo, dijera que no con la cabeza, el maestro infundido por el santo deber inherente a su magisterio lo amorró contra la pizarra tantas veces como Ael chavó@insistió en negarse. Cada vez que le restregaba los mocos contra el tablón se producía en el aula una risotada general y el tipo refunfuñaba: *no me toquéis los cojones.+ El poder de persuasión de la enseñanza estaba y sigue estando en los métodos y capacidad docente de los técnicos encargados para llevarlos a buen término y si en la más tierna infancia empezamos con un cafre dando lecciones de malos tratos, el futuro que nos espera no será más que la crónica de una catástrofe anunciada. La cosa no pintaba bien, lo vi desde el principio. El crío, cada vez más obtuso y Matamoros más enfurruñado competían por ver quien se cansaba antes. No estuvo restregándole los morros hasta la noche porque mi amigo sufrió un desmayo, de repente se fue de bruces contra el suelo y empezó a agitarse convulso como si el diablo hubiera dejado su sitio natural en el cuerpo del maestro y tratara de meterse en su cuerpecillo esmirriado, sin conseguirlo del todo.
Ese día se suspendieron las clases en la escuela y yo estuve todo el tiempo preguntándome dos cosas: primero qué vería Chindasvinto dentro de la letra Ao@ para que ni muerto quisiera manejarla y segundo, que fuera lo que fuese, el maestro lo sabía. De esa experiencia quedó en mi un regusto a desconfianza sobre lo que nos enseñaban, que no se ha disuelto del todo.
He recordado el episodio no hace mucho porque alguien, que también ve lo que encierra esa letra me ha mostrado el secreto. El tipo representa en Málaga a una empresa inglesa fabricante de instrumentos relacionados con el mundo del sonido profesional. Quien le conoce por primera vez ven pronto al vendedor que lleva dentro. Un joven listo y agradable que sabe moverse entre las empresas del sector y tiene un carisma grato y lleno de matices. Tras una exposición de sus productos y como recompensa a un jugoso pedido me invitó a una copa. Luego, y ya más alegre, se sinceró conmigo. Soy un buen vendedor, dijo, escribo correctamente pero cuando tengo que escribir y me encuentro con una palabra que contiene la letra o siento un repelús... Ya está superado pero de niño fue un suplicio.
Lleno de curiosidad miré su tarjeta. Tal y como esperaba encontré el nombre de Recesvinto, hijo de Chindasvinto, como todo el mundo sabe. Le pregunté, )Tu padre es de Jaén? Y el dijo: sí, de Úbeda. Mi padre, que tendrá su edad, no superó el problema. Yo tuve más suerte. Encontré un maestro que me dijo: te entiendo, la o es un pozo visto desde arriba y tu no quieres caer en él, porque es el final, la última letra de tu nombre, la muerte. Pero haremos una cosa: taparemos la boca del pozo con unas rejas de hierro y pondremos un candado. La llave la tendré yo, hasta morir, después la tendrá la muerte. Entendí la idea sabe, y superé el problema . Ahora ya sé que un día, algo abrirá las puertas del pozo, pero no me preocupa, todos moriremos.
Un saludo y hasta el lunes de la semana que viene

17.10.04

A falta de actividad por parte del grupo "Locos por Internet" (LxI) -parecemos osos en invierno, jejeje-, aquí está el nuevo artículo de nuestro amigo Felipe Gámez, que nos parece, como siempre, magnífico.



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El club de la belleza
FELIPE GÁMEZ M.
Málaga., Onda 8
(88.8 de FM)
25/10/04

"Me llamó una noche del verano pasado, cerca de la una, mientras yo leía en la cama. Aseguró haberme conocido durante una lectura de relatos míos en el Ateneo de Málaga y sentir una inclinación loca por los escritores... divorciados. Cómo rayos consiguió mi número del teléfono móvil es un misterio, porque el amigo del que habló dijo no conocerla. Pero el halago es una fuerza de choque y esa misma noche acepté una cita en un conocido local del centro. Resultó una grata sorpresa porque encontré una mujer madura, atractiva y excepcionalmente bella, que me miraba con ese interés repentino de los niños cuando desean una golosina. Tuvo la picardía de saber pulsar mi vena romántica y yo de tener dos pases para el concierto que Jane Birkin daría, en el Auditorio de Benalmádena, una semana después.

Por entonces, a un año y pico de mi separación, aún me sentía como un cangrejo ermitaño y creí, por primera vez en mi vida, que hacerme el estrecho carecía de sentido. Tras el concierto y al cabo de un inesperado vuelo sin motor, aterrizamos en su cama. «Una mujer liberal no es una zorra que se acuesta con cualquiera.» Dijo cuando la calma sucedió a la tempestad. Estuve de acuerdo; sin embargo insistió: «Una mujer liberal se acuesta con quien le apetece, porque le apetece y cuando le apetece. Dios concedió al varón la fuerza y a la mujer el sexo, sabiendo que era muy injusto con vosotros. Reconocerás que la fuerza sin control sirve de poco y que, quien controla, en éste asunto, somos nosotras.»

Pensé en todo eso de regreso a casa, mientras caminaba en la noche malagueña. A mi juicio simplificaba en exceso y como nos pasa a todos, en unas cosas tenía razón y en otras no. Días más tarde pude decir que hablaba de «una mujer liberal», como si todas lo fueran, cuando en realidad pocas lo son. El puntazo le hizo torcer el gesto y me llevó a pensar que, pese al feliz encuentro, no volvería a verla. No fue así. Siguió llamándome y seguimos saliendo. Al cabo de un mes nuestros encuentros eran recíprocos y tendían a una cierta periodicidad, si es que se puede llamar así al capricho de una dama. Una mujer hermosa, culta y liberal es el sueño de todo hombres de mi edad, estilo y condición. Yo le decía que seducir a un escritor solitario no tiene mérito. Soy un adorador de la mística romántica y mi corazón de calamar profundo, tiende a cocinarse en su propia tinta.

«¡Pues controla! Dijo una noche tras un bello lance sobre las sábanas. No te enamores. No me hagas esa faena.» Esa vez la sobrecama fue más larga de lo habitual. Ella aclaró sus ideas sobre la incongruencia de la pareja, el matrimonio y esas cosas. Entonces, pregunté: ¿por qué estamos aquí? Y ella dijo: «tú primero.» Aproveché la ventaja con una frase de Lord Byron: el amor es un apetito de belleza. Sonrió alagada y para corresponder a mi galantería dijo: «Me gusta el riesgo. Acercarse a un tipo como tu es como un paseo por el abismo.» Creí que divagaba y pregunté:¿Eso es bueno o malo? Y ella dijo: «Ni bueno ni malo, sino todo lo contrario.» Fue su modo de contar que muy pronto desaparecería. Clareaba en Málaga cuando llegué a casa. Tuve el tiempo justo para una ducha rápida y salir hacia el trabajo.

Desde el principio supe que una mujer así no puede detenerse, como no podemos detener el viento. En noviembre marché de vacaciones y al regreso hice las paces conmigo mismo enamorándome de nuevo. Como dice un amigo malagueño: «para que una mujer se te quede dentro, tiene que saber hacer tres "nuos": el de la cabeza, el del corazón y el de la entrepierna.» Es una manera de verlo. A ella esos "nuos" se la daban bien, solo que era lazos corredizos y el de la cabeza te podía ir al cuello. Se despidió a la francesa, tal y como había prometido. Pese a todo le debo la suerte de haber sido un miembro numerario de su club: el club de la belleza.

Un saludo y hasta el lunes de la semana que viene".

11.10.04

"La isla de los locos", de Felipe Gámez

Nuevo artículo de Felipe para Onda 8. Ahí va, que lo disfruten.

La isla de los locos

La isla de los locos
FELIPE GÁMEZ M.

11 de octubre de 2004

"En invierno, cuando el buen tiempo en Málaga lo permite, los sábados después de almorzar doy un garbeo con mi perro por el paseo marítimo, ahora nombrado como de Antonio Banderas, hasta llegar al Morro de Poniente. Disfruto así del sol, del mar y de un paisaje solitario, sin ser tan agobiante como las caminatas descritas por Daniel Defoe contando las andanzas de Robinson Crusoe en su isla desierta. Suelo lleva un libro, poesía por regla general, en especial una antología bilingüe de Emily Dickinson traducida por Amalia Rodríguez. Al llegar me siento cara al mar de Torremolinos (siempre en la misma piedra) y leo sobre una media hora.

El invierno pasado, tras un par de semanas de mal tiempo, fui de nuevo y hallé mi sitio ocupado por otra persona que también leía. El tipo, tan friolero como yo, vestía vaqueros de marca, una parca de ante a la moda y una bufanda a juego con dos vueltas a la garganta. Le molestó que me sentara cerca porque enseguida se puso a incordiar. “Los que leemos somos gente solitaria -dijo-. )Por qué no se va a otra parte? Me interrumpe, se mete en mi lectura y me impide la concentración.” Pese a sentarse en la piedra de mi costumbre, él no me incomodaba, no soy tan puntilloso y tras hacérselo saber mantuvimos una breve conversación antes volver cada cual a su libro.

Me dio la espalda y yo quise ahondar en la Dickinson que me fascina pero no resultó. De repente se puso a explicar: “Leo una novela, se llama El hospital de las ranas, de Lorrie Moore, una escritora estadounidense. La protagonista es igual que mi mujer: una zorra que le sobra el tiempo, se aburre y la paga con el marido, es decir conmigo.” Me enseñó la foto de Lorrie Moore en la contraportada del libro y dijo: “)Sabe? El mundo está lleno de hombres insatisfechos y de mujeres mal folladas. Gran parte de todo lo malo que nos sucede tiene ese origen.”

Procuro ser una persona educada y le presté atención. Como él no podía leer se dedicó a impedir que yo lo hiciera. “También soy escritor -dijo receloso-. Escribo una novela que trata los problemas hombre-mujer sin separarles, buscando entenderles mientras están en un lugar del que no pueden huir. No hay que salir del hombre y de sus egoísmos para caer en las mujeres y los suyos. Debemos pensar en el conjunto, verlos desde un punto elevado, tratarlos por igual, comprender al uno y al otro... hacer en suma lo más difícil: (universalizar!” Sonaba bien así que le pregunté: )Y qué tal? )La obra se desarrolla según lo previsto o se complica? Hizo una mueca e ignoró lo que obviamente eran preguntas chorra. Su discurso seguía: “Mi novela se llamará La isla de los muertos. Tras unas cuatrocientas páginas de intensos y agotadores diálogos y conflictos, los protagonistas descubren que han naufragado durante un crucero y todos han muerto. Caronte los ha llevado a una isla donde reproducen sin fin sus discusiones y traumas. Se trata de la isla de la muerte. )Se da usted cuenta?”

Sentí decirle que L= île des morts es el título conocido de un libro del 94, escrito por un autor francés: Jean Frémon. “(Ah, vaya. No lo sabía! -Dijo entristecido-. Leo mucho pero no podemos leer todo lo que sale. Lo cambiaré por, La isla de los locos. )Sabe? Hoy todo el mundo escribe. Vivimos en el paraíso de los editores... ellos deciden quién publica y quien no. Hace unos días recibí la carta de una editorial malagueña; el gerente me pedía una entrevista. Quería hablar de esa novela en concreto y de otras que duermen en cajones oscuros. Fui, (naturalmente! El tipo tenía el despacho en Pedregalejo... pero no era un editor sino un psiquiatra. Mi mujer montó la estratagema para hacerme ir. Cuando supe la verdad pregunté: Entonces... doctor, )estoy loco? Él dijo: No lo sé aún, ya veremos.” El mar aleteaba. La tarde languidecía. Me levanté y lo dejé hablando solo. Mientras me iba recordé una frase de Amado Nervo: “La locura y el genio son novios, pero jamás pudieron casarse.”

Un saludo y hasta el lunes de la semana que viene


3.10.04

Málaga desde el corazón

Felipe me envía un nuevo artículo de su serie en Onda 8, titulado en esta ocasión "Eclosión", para ponerlo a disposición de todo el grupo de "Locos por Internet". Así que..... ahí lo tienen. Saludos.
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Eclosión
FELIPE GÁMEZ M.
Málaga, Onda 8
(88.8 de FM)
04 de octubre de 2004

"La conocí hace poco, en Amsterdam. Mejor dicho, deambulando por el aeropuerto durante la espera para tomar un vuelo hacia Málaga. Ella venía de una reunión importante, yo de un cobro difícil. Desde el principio hubo entre ambos eso que llaman feeling. Para romper el hielo le hablé de Onda 8 y de las historias que pensaba escribir. Ella dijo: - Ah! Tiene gracia. Soy lo que resta de una historia romántica... sucedida hace diez años. Quise decirle ¡cuéntemela!. Pero no hizo falta. Fue al cumplir los cuarenta -dijo- y lo recuerdo porque me vi rara. Me sentí mal. Cuando unos días antes anoté en mi agenda: Fiesta de cumpleaños, ni me pasó por la cabeza que esa noche apenas dormiría.
Durante la conversación me enteraría que es malagueña y también responsable de un consorcio de empresas donde se manejan índices considerables de recursos humanos. En mi caso -dijo- una decisión errada puede hacer que mucho dinero se esfume. No hay margen para aunar lo que sucede por fuera y por dentro. ...y el caso es que por dentro, multitud de fenómenos, impresiones y sentimientos pasan fugazmente por la conciencia y luego se esfuman... o algo así. Recordaba sin esfuerzo, o así me lo pareció. También creí que, a ojo de buen cubero, rondaría una edad entorno a los cincuenta. Vea qué curioso, -dijo haciendo un pequeño circunloquio-. Si te equivocas, por fuera el dinero desaparece pero por dentro todo se amontona hasta que, de pronto, sin venir a cuento, hace eclosión.
Insistió en ser una mujer firme, segura, que no se come el tarro por nada. Para ella la seguridad procede de pisar fuerte, no de pensar mucho. Hay personas o asuntos que me interesan y otros en los que no invierto un segundo. Dijo con fuerza. Por eso estoy considerada una profesional prestigiosa, gozo de gran libertad y estoy bien remunerada. Supuse que el status se paga careciendo del tiempo necesario para mirar hacia dentro y saber lo que sucede, su procedencia, su sentido y su porqué. No le temo a nada -dijo con brusquedad- salvo al silencio bestial de los hoteles. Sé que todo puede aplazarse un tiempo, luego hay que resolver... y lo hice: tras la fiesta pedí una entrevista con mi asesor personal y, como acostumbro, fui recta al asunto: Verás, le dije, acabo de cumplir los cuarenta y he descubierto dos cosas: que estoy sola y que no me gusta. Quiero que lo tomes como un problema más de mi agenda. Se reía mientras lo contaba. Para ella un consejero es una persona que cobra mucho por dar con las ideas que desbloquean dificultades y resuelven situaciones complejas.
Nuestro vuelo se retrasó dos horas más y nos fuimos a tomar algo. Ella pidió un Martini rosso y eso le ayudó a recordar la cara congestionada del consejero. Me escuchó paciente y en sus ojos vi una luz positiva pero no tomaba notas como otras veces, no adoptaba aquel gesto de preocupación ni parecía impresionado. Temí que, esa vez forzara mi nivel de exigencia. ¿Te pido algo inusual? Pregunté y el dijo: - No, no. Te entiendo, sé lo que quieres y por qué. Tranquila, no veo más dificultad en ayudarte que otras veces, porque... cielo, tu buscas el amor. (El mío! que lleva a tu lado veinte años y ha sabido esperar. Naturalmente hablo del amor verdadero, romántico, el que nos hace sentir eternos y únicos. Si le soy franca fue la primera vez en mi vida lo miré con algún interés.
Una nostalgia pasajera que no hizo mella en su frío temperamento empresarial. Con un brillo metálico en la mirada dijo: *Tomé aquella inesperada propuesta con el aplomo de una negociación para eludir un trato poco interesante y le dije: - Sabes que no mezclo el trabajo con el placer. No me dejas otra opción que prescindir de tus servicios. Se fue de la empresa aquel mismo día.
Vi que por sus ojos pasaba, en ese instante, el halo de un recuerdo perturbador. ¿Hice mal? , inquirió, demorándose en un sorbo al Martini. Si no reaccioné fue porque acababa de cumplir los cuarenta, me sentía vulnerable y algo nuevo había hecho eclosión dentro de mí. Su talante conservador le impedía aunar el corazón con el entendimiento. A partir de cierta edad -dijo- el amor es un fruto prohibido. Visito Málaga con frecuencia pero vivo en París... la ciudad donde el sesenta por ciento de sus habitantes están solos. Bueno, pensé en voz alta, hay errores que repercuten en la cuenta de resultados y otros que valen su peso en toda la felicidad que destruyen. Su mirada fue la de un depredador. Luego dijo: *No me juzgue tan duro. En el amor como en los negocios se gana o se pierde. No la juzgo en absoluto, dije yo, pero quizá deba saber que en aquel asunto... perdieron ambos. Hicimos el vuelo separados, ella en business, yo en turista. En la terminal de Málaga se mostró esquiva y no hubo despedida. La vi pedir un taxis y buscar sola el silencio bestial de los hoteles.
Un saludo y hasta el lunes de la semana que viene.