16.1.07

Cocinero-cocinero

Estimados compañeros de LxI, ya sé que hace tiempo que no teneis noticias mias, pero eso no es óbice para que no me acuerde de vosotros de vez en cuando, como ahora es el caso.

Espero que todo vaya como siempre y que el grupo haya tenido nuevas incorporaciones que hayan suplido las bajas producidas o "excedencias" como es mi caso.

Yo por mi parte sigo vinculado a las TIC, si bien ahora las compagino con otras pasiones, mas o menos confesables. Como una de ellas es la cocina, y aprovechando que estoy haciendo un curso, he creado un blog para el mismo que me gustaría compartir con vosotros. Esta es la dirección: http://cocinero-cocinero.blogspot.com/

En fin, espero que os guste y me alegro de saludaros.

keep contact!!

Juanjo.com

15.1.07

"Megajetas", Felipe Gámez, 13/01/2007

Evolucionamos de una sociedad bajo el peso de la culpa a una sociedad bajo el peso de la responsabilidad. El que lo recuerde sabrá que al cabo de la culpa estaba Dios y su infinita misericordia; aunque para ir tirando y no quedar aplastados por el peso del pecado el sacerdote administraba el perdón divino con el “ego te absolvo a pecatis tui...”. En la actualidad al final de la responsabilidad está la Ley y la redención existe pero tras rendir cuentas y si fuera preciso, expiar.La cuestión así planteada parece simple sin serlo, pues sabido es que nos hallamos en un punto en el que ni retiramos a Dios del escenario público ni nos ponemos de acuerdo en fundar un Corpus Legislativo que de respuesta, desde leyes justas, a las complejas necesidades del hombre actual, sea quien sea y se halle donde se halle. Ya sé que con esto parece caerle un peso nuevo a la vieja conciencia del pecado, ¡la conciencia ética!, y el resultado, en un lenguaje juvenil y desenfadado, puede resumirse en que vivir con tanto peso lleva directo al agobio.¡Pues no! Digamos con rapidez que vivir ha de ser cualquier cosa menos un agobio. Culpa y responsabilidad no son pesos distintos sumándose contra el individuo, sino el mismo peso que el creyente llevará en su conciencia ante el Creador y el no creyente, acompañado de abogado y procurador, habrás de vérselas con el juez de tuno, si tuvo la mala suerte de ser descubierto. Y esa sí que me parece una diferencia de peso: como Dios lo ve todo no hay otro refugio que pedir perdón y arrepentirse, que tampoco es tan agobiante; en cambio el no creyente puede vivir irresponsablemente (como un simple malvado) y confiar en que la poli no le saque la foto o le sorprenda con las manos en la masa. El jeta es un liberado del ojo divino, un irresponsable total, un adicto al juego de hacer lo que le venga en gana, un maleducado, un egoísta, un insensato incívico e insolidario; con frecuencia un impresentable que va de “tío perita” porque encima quiere los beneficios de ser una buena persona. El cara dura actual, el que vemos por ahí jodiendo al prójimo en las carreteras, en las empresas, entre el funcionariado, en los despachos profesionales, en las asociaciones de vecinos y las discotecas... en todas partes, es un subproducto refinado y paradójico de la sociedad en la que vivimos; otro monstruo del sistema capitalista sin trabas éticas y/o morales. Si no fuera porque las condiciones lo están llevando a crecer exponencialmente diría: no se preocupen, se extinguirán solos. Bueno creo que se extinguirán por dos razones distintas. a) porque su número irá increscendo y lo destruirán todo como una plaga, o b) porque aprenderemos a poner freno a sus mentiras y desmanes. Siempre hubo jetas pero no como los de ahora. A los de hoy los llamo megajetas y los hay de todos los tipos, clases y colores. Abundan tanto los arrogantes, super ocupados, que habla rápido y promete cualquier cosa (como no piensa cumplir nada) como los lábiles escurridizos, apocados y torpes que no atinan a hilar dos palabras coherentes. El caso es que no es difícil descubrirlos: pocos tiene conciencia de sus actos y todos sin excepción sufren una o varias enfermedades mentales.

10.1.07

¡Felicidades!, 03/01/2007, Felipe Gámez

Los hartazgos de felicidad son mortales” dijo Baltasar Gracián. Algo así como “morir de éxito”, una frase más reciente entresacada del lenguaje palurdo de los políticos. El tema de la felicidad es recurrente a lo largo de la historia de la humanidad. Alguien nos ha descrito como máquinas en una búsqueda ciega de la felicidad. Eduard Punset es más cauto cuando enseña que *la felicidad se fragua en la ausencia biológica del mal (efectos mutacionales lesivos para la salud física y mental). Otros piensan que el cerebro no busca la felicidad sino que la sueña, la imagina o la crea con objeto de sobrevivir. Los simples creen que la felicidad se encuentra al cabo de una cuenta corriente mega astronómica, o al fondo del undécimo whisky, en una raya de coca o en el año que no traiga viernes. Algunos creen ser felices todo el tiempo (un tipo de tontos) y otros que nunca lo serán (otro tipo de idiotas). Los teóricos aseguran que la felicidad es el camino y los poetas, más delicados, que la felicidad puede beberse en una lágrima: “En tus ojos mi felicidad, / en los míos el recelo... / y una lagrima de soledad”. Se mire como se mire la felicidad hay que tomarla en sorbos cortos, aceptando su naturaleza efímera. Su carta de presentación es en realidad una despedida, el beso corto y rápido del que se marcha dejándonos, con suerte, algunos faustos recuerdos. Estábamos en Sevilla y habíamos sido muy felices en una habitación de hotel. Al llegar ella dijo: será un fin de semana eterno. No la creí porque no supe que hablaba de la memoria. El domingo apurábamos la últimas horas y yo me quejaba: qué corta es la eternidad. No volvimos a vernos. Alguna vez he pensado que vivir no es más que ir y volver de la felicidad... que a veces está en Sevilla, otras en Lisboa, las menos muy lejos y las más muy cerca, quiero decir en algún lugar del corazón (ahora se dice del cerebro, Punset). Como venimos de lejos trascribo un viejo proverbio chino con esta leyenda: "Si quieres felicidad para una hora, duerme una siesta. Si quieres felicidad para un día, vete a pescar. Si quieres felicidad para un mes, cásate. Si quieres felicidad para un año, hereda una fortuna. Si quieres una vida de felicidad, ayuda a los demás". ¿Son todos los chinos tan listos? Seguro que no. Hace poco alguien me dijo: “Quizá la felicidad sólo sea estar despierto para verla pasar y arrimarte a ella un ratito. ¡Un ratito, claro, porque si te quedas revientas! Una buena receta para ser feliz es no tener miedo”. Dice el Sr. Punset. El temeroso huye de la felicidad porque sabe que duele al acercarse, duele más al separarse de ella y duele, que te cagas si te quedas... porque según Gracián los hartazgos son mortales. Así que el refugio del lerdo es no hacer nada y ser torpe, huraño y desgraciado. En muchos casos la felicidad es el efecto placebo de cualquier simpleza, el arte de exprimir la realidad para sacar a todo su gota de ámbar, la brizna de oro escondida, la sonrisa inesperada, la mano tendida para dar o recibir, la atención necesaria para ser agradecido, compasivo, generoso y no temer tanto a ser golpeado. Cuando una persona ha vivido suficiente ya conoce una felicidad honda y audaz llamada bienestar. El bienestar, como todo el mundo sabe, es una forma madura y tranquila de ser feliz sin hartarse. He leído que dar luz es también dar sombras; que el éxito desde el punto de vista USA es una enfermedad del coco, grave; que la lógica se ha de manejar con cuidado porque tiende a crear ficciones y trampas como esta: si no eres el número uno eres el número cero; que la vida es corta y la felicidad busca esa puerta que inadvertidamente dejamos abierta; que no debemos preocuparnos por ser felices sino por SER; y que por regla general ser feliz se cumple con ver felices a los que amas. Y para terminar una buena frase de Blaise Pascal: “Estando siempre dispuestos a ser felices, es inevitable no serlo alguna vez”.