15.1.07

"Megajetas", Felipe Gámez, 13/01/2007

Evolucionamos de una sociedad bajo el peso de la culpa a una sociedad bajo el peso de la responsabilidad. El que lo recuerde sabrá que al cabo de la culpa estaba Dios y su infinita misericordia; aunque para ir tirando y no quedar aplastados por el peso del pecado el sacerdote administraba el perdón divino con el “ego te absolvo a pecatis tui...”. En la actualidad al final de la responsabilidad está la Ley y la redención existe pero tras rendir cuentas y si fuera preciso, expiar.La cuestión así planteada parece simple sin serlo, pues sabido es que nos hallamos en un punto en el que ni retiramos a Dios del escenario público ni nos ponemos de acuerdo en fundar un Corpus Legislativo que de respuesta, desde leyes justas, a las complejas necesidades del hombre actual, sea quien sea y se halle donde se halle. Ya sé que con esto parece caerle un peso nuevo a la vieja conciencia del pecado, ¡la conciencia ética!, y el resultado, en un lenguaje juvenil y desenfadado, puede resumirse en que vivir con tanto peso lleva directo al agobio.¡Pues no! Digamos con rapidez que vivir ha de ser cualquier cosa menos un agobio. Culpa y responsabilidad no son pesos distintos sumándose contra el individuo, sino el mismo peso que el creyente llevará en su conciencia ante el Creador y el no creyente, acompañado de abogado y procurador, habrás de vérselas con el juez de tuno, si tuvo la mala suerte de ser descubierto. Y esa sí que me parece una diferencia de peso: como Dios lo ve todo no hay otro refugio que pedir perdón y arrepentirse, que tampoco es tan agobiante; en cambio el no creyente puede vivir irresponsablemente (como un simple malvado) y confiar en que la poli no le saque la foto o le sorprenda con las manos en la masa. El jeta es un liberado del ojo divino, un irresponsable total, un adicto al juego de hacer lo que le venga en gana, un maleducado, un egoísta, un insensato incívico e insolidario; con frecuencia un impresentable que va de “tío perita” porque encima quiere los beneficios de ser una buena persona. El cara dura actual, el que vemos por ahí jodiendo al prójimo en las carreteras, en las empresas, entre el funcionariado, en los despachos profesionales, en las asociaciones de vecinos y las discotecas... en todas partes, es un subproducto refinado y paradójico de la sociedad en la que vivimos; otro monstruo del sistema capitalista sin trabas éticas y/o morales. Si no fuera porque las condiciones lo están llevando a crecer exponencialmente diría: no se preocupen, se extinguirán solos. Bueno creo que se extinguirán por dos razones distintas. a) porque su número irá increscendo y lo destruirán todo como una plaga, o b) porque aprenderemos a poner freno a sus mentiras y desmanes. Siempre hubo jetas pero no como los de ahora. A los de hoy los llamo megajetas y los hay de todos los tipos, clases y colores. Abundan tanto los arrogantes, super ocupados, que habla rápido y promete cualquier cosa (como no piensa cumplir nada) como los lábiles escurridizos, apocados y torpes que no atinan a hilar dos palabras coherentes. El caso es que no es difícil descubrirlos: pocos tiene conciencia de sus actos y todos sin excepción sufren una o varias enfermedades mentales.

1 comentario:

ambientix dijo...

La mayor enfermedad mental de los "megajetas" es la incultura más absoluta y el incivismo elevado a la enésima potencia... y es verdad que la sociedad te enseña a "tener" antes que a "ser", pero eso no les disculpa ni les exime de responsabilidad.

¡¡¡ Hasta ahí podíamos llegar !!!

Felipe... me encantan los retratos de tus personajes. Se leen del tirón y siempre dejan un poso con un cierto "regusto" del que es difícil abstraerse.

Un abrazo