23.1.06

"Canción de la mujer madura" - Felipe - 22/01/2006

“Vale Felipe, ¡lo sé!, todas las grandes mujeres fueron ignoradas... pero yo no soy una gran mujer y quiero tener éxito inmediatamente”. Me lo decía frente a un almuerzo vegetariano en el Cañadhú y yo la miraba desenvolverse con la vehemencia que la caracteriza y que sobre el escenario, pasadas las doce de la noche, es melodía ilimitada, dulzura en estado puro. Su voz, plena de armónicos, es una delicia incluso cuando, como en esa ocasión, hablaba con la boca llena. Yo le decía: ¿Por qué te quejas? ¡Eres famosa! Vendes discos por un tubo y sé que te estás forrando. Se puso tensa, me miró más seria de lo habitual y yo sentí la tentación de soltar una frasecita al hilo: “Cierra esos ojazos o me voy a caer dentro". No lo hice. “Por favor, Felipe, amigo, no hablo de dinero! -dijo en un susurro y como si me viera espeso-. No eres tan superficial y me consta. Cuando hablo de “éxito" quiero decir ser capaz de escribir una canción que no pase de moda, que se quede aquí, ronroneando en el tiempo incluso después de mi. Ya tengo una edad y soy famosa, cierto, la gente me acepta y compra mi música en vez de jugármela en los top manta... pero esto, ¡mi amigo!, no ha terminado, ¡no hizo más que empezar! ¿Entiendes por donde voy?" Ella no lo sabe, aún no tuve ocasión de decírselo pero le temo como a una vara verde. Cuando viene a verme es porque lo tiene todo bien masticado y necesita buenas conclusiones, ajustar cuentas consigo misma, rematar sus propias ideas. Una vez hablamos de que en música, como en todas las artes, tendemos al estancamiento, a repetir lo que funciona y a quedarnos lastrados en un soniquete feliz y pegadizo. ¿Entiendes por donde voy? preguntaba y yo no quería decir: o te explicas mejor o no entenderé nada. Era como tantear en la oscuridad, aventurase en arenas movedizas. Pregunté: ¿Qué pasa por esa cabecita? No vives en Málaga, es invierno y estamos lejos de tus rutas habituales. Me llamaste y luego has hecho un largo viaje para venir. ¿Puedo saber qué te preocupa? Has venido por algo y ahora que estás aquí no quieres contarlo. Se puso a comer de un modo ansioso y en unos minutos limpió el plato. Luego y aún con los labios manchados dijo: “Una vez más pondré a prueba tus dotes intuitivas. Ya sé que al respecto estás bien dotado -sonrió por la picardía- por eso estoy aquí, pero me preocupa si esta vez serás capaz de captar algo. Si conseguirás oler siquiera el meollo de lo que llevo meses rumiando. Supongo que lo habrás oído ya: hace más de un año que no escribo nada. ¡Nada, ni una canción!". Hice una leve señal de asentimiento. Escucho mucha radio y esos cotilleos están a la orden del día. Estás varada, en el dique seco -dije yo, y ella asintió con un gesto-. Es normal, llevas años en una producción continua, de cuando en cuando hay que parar, dejar que los mares interiores se revitalicen. Tómalo como una parada biológica. Ella apretó los labios, no le decía nada que no se hubiera planteado ya. “Es otra cosa -dijo cansada-. Algo se ha muerto dentro de mi y no hago más que hurgar en las entrañas de un cadáver". Esas palabras me sonaron y se lo dije: Escuché eso mismo respecto a tus anteriores parejas. Cuando algo tan hondo se muere es el momento de cambiar el chip. Su rostro se iluminó en el acto. “Sigue" -dijo temiendo que no supiera decir nada más- cambiar hacia qué, hacia dónde". Por ejemplo tus letras, dije, el tipo de música. “Vale -dijo ella- dame un tema". El título se asomó a mi cabeza: “Canción de la mujer madura". En unos segundos su ojos se arrasaron en lágrimas. ¡Dios mío! -dijo-. Estaba tan cerca. Se levantó pagó la cuenta y nos fuimos agarrados del brazo hasta el Paseo de la Farola. Esa misma noche voló lejísimos y desde el invierno pasado espero esa canción en un CD. Volviendo del aeropuerto me sentí solo. Málaga corría alocada en todas direcciones, como siempre. Alguien se atravesó delante de mi coche y tuve que frenar. Hacía un frío atroz y una voz dentro de mi dijo: estas solo cuando no necesitas a nadie... y nadie te necesita.

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