1.5.06

"Por eso te amo" - Felipe Gámez - 29/04/06

El viernes Santo llovió pero no estábamos en Málaga y le llamé: “Estoy en Tánger con MaríaJosé -dije- ¿Cómo sabes que llueve por aquí?” Preguntó él, y yo dije: ”aquí también llueve”. No sé si mi respuesta le satisfizo porque dijo lacónico: “Me la debes”. Era la primera vez que le fallaba y mi amigo, el ciego de calle Cuarteles, se puso un poquito “revenío”. Esta primavera está peor, a los achaques de la edad se han sumado las hondonadas de la última ruptura sentimental y vive refugiado en el trabajo como un demente. Cuando le llamo por teléfono y se lo digo exclama: “¡No importa!” En ocasiones parecidas se volcó en los poetas franceses (E. Pound, por ejemplo) en algunos catalanes como Pere Gimferrer, Gil de Biedma o en libros extraños como Ciudad del hombre de José María Fonollosa, que debía ir a leerle cada vez que me llamaba con una crisis de ansiedad y al despedirme repetía aquel tremendo verso del poeta: No hay nada bueno en ti. Por eso te amo. Antes de ir a verlo llamé a Lina, su última pareja. No tiene buen carácter, lo sé -dije tanteando el terreno- ¿Es tan insufrible como parece? “¡Peor! -dijo ella- sólo es bueno cuando paga... porque parece generoso. En realidad siempre está comprándote”. Dije que pensaba ir a verlo, por si quería venir y ella, dolida, exclamó: “¡Pues que te aproveche! Y no le hables de mí. ¡Para él no existo!”. Convinimos una cita después de una jornada laboral y me recibió como siempre, vestido de etiqueta y con una botella de Oporto sobre la mesita. De fondo sonaba un vinilo de Sinatra. Yo no quería hablar de Tánger (lo estoy escribiendo) y él no quería preguntar, así que hicimos los preliminares como si no nos conociéramos. “Estoy releyendo a Maquiavelo -dijo con la mirada perdida-. ¿Sabes que las mujeres ofenden antes al que aman que al que temen?”. Sonreí sin que él se percatara. La cita -dije yo- habla de los hombres. ¡Hombres, mujeres! ¿qué más da? ¿No es igual?” Y yo solté la frase que una vez dijo para mí, Pau, una amiga de Molins de Rei: es igual pero no es lo mismo. Entramos en materia sin más preámbulos.
“Tenía 20 años cuando me dio por escribir poesía; un madrigal exactamente. Aprendí la técnica y lo hice. En el pueblo de mi madre convocaban un concurso poético y lo gané. Nunca más volví a escribir nada semejante pero ese madrigal se llevó La flor natural. Con la flor venía la florista, una cateta deslumbrada por el poeta que no soy. Éramos jóvenes y nos enamoramos, aquello duró hasta que se trasladó a una Facultad de Málaga y descubrió que soy ciego. ¿Te lo puedes creer? Te lo cuento porque mis amores tienen siempre el mismo equívoco: me asocian a lo que no soy y eso eclipsa al ciego. ¿Es tan difícil que te quieran por ser la persona que eres? No soy mejor ni peor que otros. Soy ciego, ¿qué le voy hacer?”. Su lucidez en medio de la ceguera era apabullante: “Ser ciego, como ser judío o negro tiene poco que ver con la aceptación o el rechazo; dice de las personas y como son por dentro”. De pronto y sin venir a cuento metí a Lina en la conversación. Dije: hablé con ella y está muy dolida. ¿Qué pasó? “Bueno -dijo él con un gesto resignado- te recordaré una frase que sabes bien porque es tuya: Todos llevamos dentro un ciego, y a veces, en el peor de los casos, el ciego también es sordomudo”. La frase estaba bien traída pero yo no me aclaraba. Me excusé porque tal vez estaba más espeso de lo habitual y él dijo que lo habitual en mi es estar espeso. “Mi carácter no es peor que el tuyo –aclaró- y Lina es una mujer madura y hermosa que trabaja en la Organización y después de dos años juntos ha cubierto objetivos. Como tu pasaste por ahí te sonará aquella frase ¡tan reveladora! de Rimbaud: He sentado a la belleza en mis rodillas y sabe amarga. Tristán, el gato, vino a sobarse y a recordarnos que se hacía tarde y como Sinatra callaba fue al piano para recordar Strangers in the nigtht. Entender a otro ser humano es agotador pero ahora pienso que lo hice, por eso me salió aquella despedida poética: No hay nada bueno en ti. Por eso te amo.

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