28.11.05

"Doble o nada" - F. Gámez - 28-11-2005

Decidieron encontrarse en terreno neutral: mi casa. Ella llegó primero, guapísima, escultural, un cuerpo en el que todo parece pensado para... hacernos a soñar despiertos. Él se hizo esperar. No habíamos tramado nada, o al menos así lo creo. Una semana antes ella hizo por verme. "Eres amigo de ambos - dijo tras el saludo- y ahora me haces falta". No necesité recordar que en ellos hallé compañía, comprensión y esos brazos sinceros y afables tan bien recibidos durante los días oscuros de mi ruptura matrimonial. Pudo parecer que venía a cobrar el favor pero pensé que su actitud rígida y nerviosa se debía a otras causas. "Creerás que estoy loca -dijo hurtando la mirada- pero no, sólo quiero recobrar lo que es mío". Mas tarde hablé con él. Dije: está loca, pero con esa locura del amor, tan antigua y tan bella. Él dudó. Dijo: "huummnn, no te fíes. La conozco y es tan peligrosa como el lazo corredizo que ponen al reo antes de colgarlo. Estuvimos diez años juntos y todo lo que me enseñó se resume en una palabra: desconfiar. Por conseguir lo que quiere es capaz de todo pero cuando lo alcanza ¡termina su interés! Como si se saciara antes de probar nada". Era sincero en lo que decía pero tal vez captó una chispa de resentimiento en él porque dijo: "de todas formas oigámosla. Vendrá con excusas, con lagrimas de cocodrilo. Es de esa clase de personas que no ven sus errores y me apetece ver como repta, como se arrastra y culebrea". Me sorprendió porque no era el amigo de siempre sino alguien más oscuro y enigmático. Su separación sentimental me "tocó" por dentro, eran buenos amigos y me entristecí pero nada se habló entonces de las causas que, como es obvio y natural, sólo a ellos atañía. Quien pasó por un trance similar sabe hermanarse en el dolor, apreciar su hondura; por eso, viéndole "tocado" le ofrecí y él aceptó pasar una temporada alojado en mi casa. Fueron días intensos en cuanto a lo verbal pero él supo guardar sus sentimientos a una prudente distancia. Cuando ella quiso verme lo primero que hizo fue sondear mi conocimiento del asunto y al percatarse que nada sabía dio el siguiente paso: "Le quiero -dijo- y debo recobrarlo". Voy contra corriente y lo sé. Si la gente opta por invitar a los amigos fuera de casa yo disfruto en el diseño y preparación del menú, que sin duda será laborioso pero más sano y satisfactorio para todos, incluyéndome a mi. Esa mañana puse manos a la obra y preparé el almuerzo que devolvería a mis amigos, si no el deseo, sí la cordialidad... pero no funcionó. La comida fue tensa y a los postres estalló la tormenta. Él decía: "jugaste al doble o nada y perdiste. Reconoce que son malas artes, juego sucio". Ella se defendió: "¡Soy así! Deberías saberlo, conocerme... lo necesito." Yo estaba en medio y puedo decir que la entendía pero también lo entendía a él. Ella decía: "Soy de ese modo y no cambiaré". "Yo tampoco". Dijo él levantándose airado. Luego me hizo una señal con el dedo y se fue. Mientras yo quitaba la mesa ella evaluaba los resultados de la reunión respecto a sus expectativas y acabó en una llantina que duró un buen rato. No comprendía. "¿Qué ha pasado? -preguntaba-. Yo le amo... ". Pasamos la tarde midiendo argumentos, razones, excusas que sirvieran para el consuelo, y se quedó a cenar para seguir investigando. A veces, sentados en el sofá, ella deslizaba su mano entre mis piernas y distraída hablaba, pensaba y palpaba a la vez. "Soy una mujer ardiente -decía- ¿qué hago?" A mi juicio la situación era impropia, había algo inoportuno en todo aquello: la amistad, la tensión del almuerzo... qué sé yo. Noté cómo ganaba terreno: "Dame cobijo por esta noche". Le ofrecí la habitación de mi hijo ausente. "¿Pero de qué hablas?", quiso saber; como si en el umbral de sus luces no cupiera mas luz que la suya. Fue inútil dar mil argumentos en contra, los rechazó todos y no cejó en su empeño hasta oírme decir: sí, vale, de acuerdo, hagamos el amor. Entonces pidió unos minutos para ir al baño y mientras yo esperaba en el dormitorio oí la puerta de la calle al cerrarse. Mas aliviado que sorprendido comprobé que se había largado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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Gona