27.5.05

"Un casting en el corazón" - Felipe Gámez - 23-05-2005

Me espera pero rehúso ir, llamarla. Reconozco que pienso poco en ella y que coincidimos en esos sueños de la madrugada donde la noche y yo alcanzamos la máxima espesura. Sospecho que se hace la encontradiza (en los sueños): “hola, pasaba por aquí...” y yo, sin saber por qué le doy largas: !estoy ocupadísimo chica! Lo siento. Te llamaré, lo haré, no te preocupes... Mi actitud esquiva le duele, también me duele a mí pero no puedo decirle que no iré a verla ni la llamaré... por el momento. Sin embargo tengo mala conciencia y (en el sueño) hago como que no me importa su decepción ensombreciéndole el rostro. Apenas la conozco, sé lo poco que me ha contado las pocas veces que nos hemos visto. La tengo por una mujer pasada de los cuarenta pero con mucho potencial. Lo del potencial le gustó y dijo: ¿...entonces puedo albergar esperanzas? Me hice el sueco, luego pidió una descripción rápida y yo dije: veo un rostro benigno y mucha desilusión dibujando historias interminables. Ella sonrió y dijo: ¿como puedes saber todo eso? Y yo dije: ¡me lo acabo de inventar! Fue una mañana tras pasar por en el baratillo de Huelin donde se compró un conjunto de falda y suéter que realzaba sus encantos. Estás muy guapa, le dije. Ella respondió sincerándose: “Me vine a Málaga para estar cerca de ti –dijo–. Alquilé una habitación sencilla en calle Comedias y la morriña no me da un minuto de sosiego. Lo dejé todo: familia, trabajo, amor...” Me dio un apuro oírla decir esas cosas... si no recuerdo mal dije: esperas demasiado de mí. Odio hacerla sufrir, aunque lo hago a pesar de todo, porque mis sentimientos van y vienen como el tiempo. ¿Qué debo hacer para que me tengas en cuenta? Preguntó no hace mucho y yo dije: nada, no hagas nada, no te metas en nada; deja que haga las cosas a mi manera... existe un modus operandi... Lloró, naturalmente. Estuvo un rato callada y luego preguntó: ¿comprendes mi ansiedad, verdad? No es como pedir trabajo. Lo sé, dije yo y no conté lo que estaba pensando porque habría llorado aún más y una mujer que llora me produce un escozor insoportable. Pero lo que pensaba es que debía enamorarme, así de sencillo y escueto, ¡enamorarme! ¡Flipar en colores, perder la cabeza!, porque para mi el amor es básico, necesario, ¡imprescindible! Era una tarde fría de éste último invierno y ella iba envuelta como en una nube de lana. Caminábamos por calle carretería cuando volvió a la carga: "...¿y si sólo te intereso un poquito, si no doy la talla, si me pierdo por el camino...? No soy una vedette y no puedo competir con las que van de estrella por la vida". Su cara, atractiva, quiero decir nada corriente, mostró la inquietud que le molía por dentro. No te inquietes y sé tú misma, sé lo que eres por dentro y por fuera. Tienes más méritos de los que te concedes. Esa noche, cenando en el vegetariano de Plaza de la Merced, se lo dije. Te arriesgaste demasiado. Sola en Málaga, malviviendo en un cuchitril. Sin familia, sin trabajo, sin dinero... Esto es como un casting en el corazón. ¿Qué quieres que te diga? "Di que me incluirás en la novela que estás escribiendo", dijo ella. ¿Por qué te interesa tanto? Un personaje de ficción no tiene empeño. Se enfadó: "¿De ficción? ¿Qué quieres decir? Soy real". No, no lo eres, dije yo. "Demuéstralo", insistió ella. ¿Cual es tu nombre? Pregunté despacio. Ella dudó. "No lo sé", dijo al rato. No tienes nombre, aún no pensé en ello... no sé qué hacer contigo. Dije con el mejor tono posible. Me miró con sus ojos llenos de historias y preguntó: "¿Qué es ser real? Desde el momento en que me han incluido en este texto ¡soy real!" Tenía razón pero aún podía escurrir el bulto: De acuerdo, eres real, pero no existes. "¿Seguro? Dijo ella levantándose. Vivo aquí al lado, sola. Espero que un escritor me de un papel en su próxima novela y te aseguro que esta noche me inventaré un nombre". La vi marchar decidida, segura de su realidad y pensé: tiene razón, se merece el papel.
Un saludo y hasta el corazón de la semana que viene.

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