26.7.06

¡Dislocá!, "Matices con empatía" (4), Felipe, 16-7-2006

Ya lo dije alguna vez: mi club de fans es ciertamente exiguo y no me quejo, es más lo considero el mejor club de fans posible porque son pocas personas pero muy especiales. A tal punto lo son que la pregunta sería: ¿las merezco? Una vez alguien me dijo: “tú no te das cuenta pero me tienes dislocá”. Lo dijo en un arrebato de sincera y ardiente vehemencia malagueña. Lo cierto es que aquello que tuviera fuera de sitio (fuera lo que fuere) volvió a su lugar en poco tiempo y aquella buena mujer no tardó en salir de su error. Se lo agradecí porque si algo debe asustarnos es que nos tomen por lo que no somos.

Uno es lo que es y cuando alguien nos sobrevalora llama a una puerta donde no estamos. Al final esos confunden ausencia con desprecio y terminamos escuchando aquel dicho antiguo: “de desagradecidos está el infierno lleno. Con todo lo que hice por ti”. De ahí a que te pongan en el contenedor hay un paso y, ¡hombre!, o ¡mujer! Tampoco es eso, ¿no?

La capacidad para dislocar a otros no abunda en nuestra especie, por fortuna para todos. Gozan de ella algunos líderes carismáticos (con todo el peligro que ello entraña) pues uno es lo que es, con independencia de lo que al líder político de turno le interese hacer con nuestra adhesión. Me acuerdo de los otrora líderes, Felipe González y José María Aznar, y no saben lo que me alegra de que al final se pusieran con los “humos” sobresaltados y acabaran... ¿en el contenedor de la Historia? Creo que el éxito es una herramienta delicada en manos del primero que pasa. Obligación nuestra es dar un voto confianza al líder político y pensar que se mueve con soltura entre esos límites: y que lo hace procurando nuestro beneficio. Pero como no es lo habitual (el poder corrompe) hay que mantener alerta la vigilancia y al primer síntoma de flaqueza (la carne es débil) se le corta el pienso y en paz.

Mi pareja, MariaJosé, dice: “a mi, Luz Casal, me tiene dislocá” y lo entiendo. Luz es una artista consagrada por una trayectoria de alta calidad y tanto en sus letras como en su música interpreta vivencias y sentimientos donde entramos todos. Pero si nos fijamos en esa morralla salida de Operación Triunfo, por ejemplo, el disloque de la juventud no da como para tirar cohetes, pues no sale de la letra insulsa o el embrutecedor “¡chumba-chumba!”. Como todo montaje hecho de bolos rápidos y cartelería sólo mueve dinero, no valores, y el/la artista que hoy aturde a los nenes del botellón viernícola, termina maltrecho/a después del “pelotazo”. No me hagan mucho caso pero la médula de esos ritmillos pegadizos sólo es humo para llenar el globo de la canción de un único verano y como apenas son tinta industrial, tan pronto el otoño deja caer las lluvias tempraneras, se deslíen raudos hacia el vertedero.

Otra cosa es ser valiente, aceptar correr riesgos y dislocarse por amor. Lanzarse a las calles tumultuosas de la vida, doblar las esquinas con una sola pierna y sin que importe el futuro. Una vez más iré a contra corriente de aquel romanticismo falsete e insostenible al decir que el amor y el futuro casan mal porque uno se hace de sueños y el otro de despertares. Amar, todo el mundo lo sabe, es estar dispuesto a dislocarse: es decir a soñar a tumba abierta, sabiendo que será preciso despertar a toda leche. Amar es en sí mismo un disloque conectado con la vida en estado puro, la savia que nos previene contra la modorra y la planificación burguesa, perfecta para los cobradores del banco pero malísima para quien tiene poco tiempo... y todos estamos a las menos cuarto por las bajeras.

Mi experiencia no sirve a nadie, lo sé y lo asumo, y El miedo a volar es un ancla que nos lastra al contenedor de una realidad donde no pasa nada y se resume en un estribillo idiota: “opá viasé un corrá”. La vida no es más que un verano tonto donde al final ni hacemos el corral, ni llueve pues antes de que el otoño se disloque... nos dislocamos nosotros.

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