10.7.06

"Tóxico", Felipe Gámez, 10 de julio de 2006

“Aunque no los veamos ni los percibamos, una extensa gama de contaminantes están en nuestra casa, en la oficina o en las calles, en nuestros alimentos y en las prendas de vestir. Algunos de ellos afectan nuestro organismo en forma lenta, poco visible pero con graves consecuencias a medio y largo plazo”. La cita es de Greenpeace y la saco a colación para diferenciarla de los venenos que me ocuparán en este trabajo. Me centraré en los “vampiros emocionales” y trataré de establecer aproximaciones al catálogo de personas venenosas, capaces de contaminarnos la existencia y llevarnos a relaciones tóxicas, dañinas o cuando menos extravagantes. Mi pareja hace un juicio certero al decir que son “el prototipo de personas odiosas”. Ya lo creo que lo son y hay que empezar diciendo que la sana prudencia aconseja mantenerse alejado de criaturas tales. Aunque si nos sale la vena de voluntarios del Teléfono de la Esperanza, como así es, diré que por lo general son personas infelices, con una autoestima bajo mínimos, a los que nadie ama y que reparten su infelicidad envenenando cuanto tocan, como reacción-respuesta al dolor, al gran vacío de sus vidas y a su imponente soledad. Dicho lo cual hay que añadir que, (mucho cuidadito con ellos!, pues son gente peligrosa. Un ejemplo: Tengo una amiga en espera de juicio por mobbing en un centro de trabajo de Málaga, (una ciudad que parece abonada para esa y otras maldades pues los empresarios, tóxicos o no pero muy incultos, se creen con derecho a todo). La pobre tiene una jefa tóxica y la relación vejatoria sufrida durante años le produjo una enfermedad invalidante. “Un jefe así puede reducir en diez años nuestras esperanza de vida”, dice Iñaki Piñuel (profesor e investigador especializado en mobbing) en su libro Neomanagement. Jefes tóxicos y sus víctimas. A eso me refería al decir que hablamos de gente peligrosa y que debemos contemplar el tema con seriedad y el respeto merecido. La cuestión clave es cómo identificar a estos infelices malvados/as. Ya dije que son unos desgraciados de los que, dada su peligrosidad es mejor apartarse, el tema es que si no les sacas la foto, como son muchos (algunas corrientes psicológicas dicen que todos podemos ser tóxicos según las condiciones; incluso que podemos ser veneno para alguien y no serlo para los demás) estaremos poco menos que vendidos pues en apariencia son modélicos y encantadores. Si dijera que a su lado nunca sale el sol estaría afinando mucho aunque se trate de una metáfora. Quiero decir que nadie luce a su lado, pues evitan o si pueden destruyen a quien juzguen inteligente, culto, valioso. El contacto con alguien bien formado les devuelve la imagen de su falta de valía y ello les resulta insufrible. Así las cosas el catálogo inicial podría ser éste: es tóxico el que mira por encima del hombro, el que a todo el mundo desprecia, los del Club del Lamento Eterno (llamados también “Parches porosos”), el mosquita muerta, el chismoso (del círculo de los chivatos-pelotas), machistas o feministas fanatizados, el sabelotodo, el que se cree mejor que el resto, el mentiroso, el ultracontrolador, el inepto chupasangres (bien oculto bajo la piel de cordero), el arrogante (que disfruta hiriendo, ofendiendo, vigilando, devaluando a otros), el sarcástico mal intencionado, el mal pensado, el que hace sentir culpable a la víctima, el que pone “enfermo” al personal nada más aparecer por la puerta... En serio, la lista sería muy larga. Añada cada cual la suya según experiencias. El caso es que los tóxicos, los vampiros pululan por ahí y para verlos no hay que ir a Transilvania. Conozco a uno bien localizado; este pasado invierno lo vi preparando un cartel que pensaba poner a la entrada de su empresa. Un texto en inglés WELCOME TO HELL. ¿Qué te parece? Preguntó y yo traduje “Bienvenido al infierno”. Sí dijo él satisfecho, cada vez que mis currantes entren en la nave sabrán a dónde vienen. Yo dije: tiras piedras contra tu tejado; si esta empresa es el infierno tú eres el diablo y, veras, en nuestra cultura es un tipo con mala prensa. Cuando voy a desayunar y paso por la puerta me acuerdo. Será un tóxico pero no tan estúpido.

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