14.3.05

"Belleza súbita" - 7/3/05

"Te admiro, dijo, porque llevas una vida intrínseca. Siempre que te encuentro eres tú y siempre eres el mismo. ¿Cómo lo haces? Vives cerrado y al mismo tiempo abierto”. Que alguien venga a tu casa a decirte estas cosas no está nada mal... aunque si lo hacen a la edad que tengo y ella es una lozana andaluza en la mejor edad, merezco más compasión que envidia. Apareció sin avisar, un domingo frío y desapacible. Sabía que no me levanto tarde y que rondando las ocho y media pongo la cafetera y preparo las tostadas. Al escuchar el din-dong de la entrada pensé: el perro que vuelve de dar su paseo matutino. No era Doc, que nunca sale solo, sino ella, la sonrisa de sus labios hechos de diminutos pétalos, los iris verdes de sus ojos tan expresivos... así podría ir describiendo una a una todas las partes de su cuerpo... Sin ser presumido lamenté aparecer en bata y zapatillas, el pelo revuelto y la barba del día anterior, es decir, hecho unos zorros. Ella dijo: “febrerillo el loco, un día peor que otro”. Pensaba dedicar la jornada a trabajar en mi novela pero me consolé con rapidez, aquella visita inesperada era lo mejor que me iba a pasar en todo el día así que pregunté: ¿tostadas? Y ella dijo: “dos, por favor y el café con una gota de leche”. Mientras desayunábamos sacó una carpeta y dijo: “vengo a trabajar, probablemente todo el domingo... lo siento”. Se mudaba a la creación literaria, quería escribir su propio teatro, dirigirlo, e interpretar. “Puedo hacerlo, dijo, tengo el guión completo, las ideas en orden. Me faltan conocer los secretos del profesional, saber qué cosa mágica hace genial la reunión de cuatro palabras”. La escuché: “Verás, la historia va de una joven adolescente que descubre su belleza de un modo súbito. Tiene quince años, se mira al espejo y se ve corriente, en cambio se asoma a los ojos de compañeros y compañera del Instituto y en ellos descubre el poder de su belleza. Deduce que no es el espejo quien nos muestra cómo somos en realidad sino la mirada radical de las personas que nos rodean. En ellos está el amor de los que nos quieren y el desprecio de los que nos aborrecen. A partir de ahí su experiencia se irá llenando de miedo y sordidez. Luego verá cómo su belleza la separa de la buena gente y la empuja contra el instinto depredador de los hombres que codician aquello que sólo para ella es invisible”. Dijo: “no es biográfico”, pero no estoy tan seguro... La belleza es un tema manido, dije, y la mirada de los otros no son el único reflejo fiable. “La belleza es un shock, dijo ella, la vida que hace footing en frío sobre los sentimientos y no le importa los desgarros que produzca”. Nos llevó todo el día componer las escenas, insertar diálogos sencillos y elocuentes, toques de humor que jugaran con la tensión y condujeran las emociones a diferenciar entre objetos y seres humanos. La discusión fue larga porque a su juicio la tensión entre sujeto y objeto era irrelevante. En los descansos Doc se tendía a sus pies. Picábamos algo y le dábamos al rioja mientras decía: “siento distraerte, deberías estar trabajando en tu novela”. Yo le recordé un verso de Benedetti: "Tengo una soledad tan concurrida". Terminamos de madrugada, muy cansados pero satisfechos. Quedó en darle la pátina teatral. Cuando se fue la casa volvió a quedar en silencio. Días después llamó para decir que los ensayos habían empezado y que buscaban una sala discreta para el estreno. Habían decidido titular la obra como, “Rosa rosae”, un juego malo entre la declinación latina y la belleza perfecta. Propuse ‘El shock de la belleza’ pero no le gustó. Estrenaron en un Instituto gaditano y no me invitaron a ir. Ayer volvió con el libreto, la noté enfadada. Lo leí y al terminar dije: lo siento pero es un bodrio. “Sí, reconoció ella, por lo visto no me enseñaste tanto. Tu magia no funciona y, ¿sabe qué pienso? Que tu vida es menos intrínseca de lo que parece”.
Un saludo y hasta el corazón de la semana que viene.

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